Tiempo de Gracia

No lo Vieron Venir

La Obra de Jesús en los Momentos Más Oscuros

 

A lo largo de los Evangelios, Jesús realiza numerosos milagros, pero uno de los más poderosos es cuando Él devuelve la vista a los ciegos. Estas historias no solo son relatos de sanidad física, sino que también revelan verdades espirituales profundas que siguen resonando en nuestras vidas hoy.

¿Qué nos quiere enseñar Jesús a través de estos encuentros?

Veamos las historias de cuatro hombres que, aunque vivían en la oscuridad, encontraron en Jesús la verdadera luz.

El Ciego de Nacimiento: Un Milagro con Propósito

En Juan 9, encontramos a un hombre ciego de nacimiento. Para muchos en la época, su condición era vista como un castigo por el pecado, una consecuencia de alguna transgresión. Los discípulos, influenciados por esta creencia, preguntan a Jesús:

“¿Quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego?” (Juan 9:2).

Jesús responde con una revelación poderosa:

“No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Juan 9:3).

Este hombre no pidió ser sanado, no clamó por ayuda, pero Jesús lo vio. Jesús hizo algo inusual: escupió en la tierra, hizo barro con su saliva y lo aplicó en los ojos del ciego. Luego, le pidió que fuera al estanque de Siloé y se lavara. El hombre obedeció y al hacerlo, recuperó la vista.

¿Por qué el barro y la saliva? Jesús podría haberlo sanado con solo una palabra, pero eligió usar elementos comunes para mostrar que Dios puede obrar en lo ordinario. El barro, hecho de polvo, nos recuerda la creación del hombre en Génesis 2:7. Con este acto, Jesús no solo sanaba, sino que recreaba, restaurando al hombre a una nueva vida.

El ciego fue sanado cuando obedeció, y al regresar viendo, su vida cambió. Testificó ante los líderes religiosos, incluso enfrentando rechazo, porque su transformación era innegable. Este milagro nos enseña que nuestra obediencia, aunque a veces no entendamos el proceso, es clave para ver las obras de Dios manifestarse en nuestras vidas.

Bartimeo: Fe Audaz y Persistente

En Marcos 10:46-52, conocemos a Bartimeo, un ciego que mendigaba a las afueras de Jericó. Al escuchar que Jesús pasaba, comenzó a gritar:

“¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”

La multitud intentó callarlo, pero Bartimeo no se rindió; siguió clamando con más fuerza.

Cuando Jesús lo escuchó, le preguntó:

“¿Qué quieres que te haga?”

Bartimeo respondió con claridad:

“Rabí, que recobre la vista”.

Y con una simple frase, Jesús le concedió lo que pedía:

“Tu fe te ha salvado” (Marcos 10:52).

Inmediatamente, Bartimeo recobró la vista y siguió a Jesús.

A diferencia del ciego de nacimiento, Bartimeo no esperó pasivamente. Su fe fue audaz y persistente. A pesar de la oposición de la multitud, él no se dejó intimidar. Sabía que Jesús tenía el poder para sanarlo y no dejó que nada lo detuviera.

Bartimeo nos enseña que debemos clamar con fe cuando estamos en necesidad. Su historia es un recordatorio de que Jesús escucha a los que le buscan con fervor. Cuando enfrentamos obstáculos, debemos perseverar en nuestra búsqueda de Dios, confiando en que Él nos verá y responderá.

Dos Ciegos en Capernaúm: Fe en Acción

En Mateo 9:27-31, dos ciegos siguen a Jesús, clamando:

“¡Hijo de David, ten misericordia de nosotros!”

A pesar de su ceguera, estos hombres seguían a Jesús, demostrando una fe activa. Jesús les hizo una pregunta directa:

“¿Creéis que puedo hacer esto?”

Ellos respondieron afirmativamente, y Jesús, tocando sus ojos, dijo:

“Conforme a vuestra fe os sea hecho”.

Sus ojos fueron abiertos al instante.

Aquí vemos una lección clara: la fe no solo es creer, es actuar sobre esa creencia. Estos hombres no se limitaron a esperar, sino que siguieron a Jesús y clamaron por su sanidad. Jesús les dio lo que su fe esperaba, y el resultado fue una transformación completa.

Lo interesante es que, a pesar de que Jesús les pidió que no dijeran nada, ellos no pudieron contener su gozo y compartieron su milagro con todos. Este encuentro nos enseña que cuando somos tocados por el poder de Dios, es natural querer compartirlo. La fe activa no solo abre puertas a milagros, sino que también nos impulsa a testificar de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.

Lo que Estas Historias Nos Enseñan

Si comparamos estas tres historias, encontramos varias lecciones clave. En primer lugar, vemos que Jesús no tiene un “método” fijo para sanar. En cada caso, utilizó un enfoque diferente: en uno usó barro y saliva, en otro una simple palabra, y en el tercero tocó los ojos de los ciegos. Esto nos enseña que no debemos encasillar a Dios en nuestras expectativas. Él puede obrar de maneras inesperadas, pero siempre con el mismo propósito: mostrar su gloria.

Además, notamos el rol de la fe. En el caso del ciego de nacimiento, su obediencia a la instrucción de Jesús fue crucial. Bartimeo, por otro lado, fue sanado por su fe persistente, mientras que los dos ciegos en Capernaúm demostraron una fe activa al seguir a Jesús. La fe, entonces, es más que solo creer en la posibilidad de un milagro; es seguir a Jesús, obedecer y perseverar, incluso cuando no vemos el resultado inmediato.

Por último, vemos cómo cada persona sanada reaccionó. El ciego de nacimiento defendió su sanidad ante la incredulidad de los líderes religiosos. Bartimeo, después de ser sanado, siguió a Jesús en el camino. Los dos ciegos compartieron su milagro con entusiasmo. Esto nos enseña que cuando Dios obra en nuestras vidas, no podemos quedarnos callados. Nuestra gratitud debe manifestarse en nuestro testimonio y en nuestra decisión de seguir a Cristo.

Deja que Jesús Abra Tus Ojos

Hoy, puede que no estemos físicamente ciegos, pero todos enfrentamos áreas de oscuridad en nuestras vidas. Puede ser el miedo, la duda, el dolor o la confusión. Al igual que estos cuatro hombres, Jesús está pasando por nuestras vidas, y nos invita a clamar, a obedecer y a tener fe. Tal vez Él nos pedirá que hagamos algo inesperado, como ir a “Siloé”, o tal vez simplemente nos toque con una palabra.

¿Estás dispuesto a seguirlo a pesar de la multitud? ¿A obedecer, aunque no entiendas todo el proceso? Jesús sigue siendo el mismo Sanador hoy, y quiere abrir tus ojos para que veas la luz de su verdad y amor. No dejes pasar este momento. Él te ve, te escucha, y está listo para obrar en tu vida si tienes fe. ¿Clamarás a Él hoy?

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